Trabajar como entrenador de fútbol en el extranjero puede sonar como un sueño hecho realidad: nuevas culturas, aventuras emocionantes y la oportunidad de desarrollar tu carrera en entornos únicos. Sin embargo, detrás de esta imagen exitosa se esconde un desafío tan crucial como poco visible: el equilibrio entre la vida laboral y personal.
La búsqueda de esta armonía es especialmente difícil de lograr cuando estás lejos de tu zona de confort, adaptándote a un país diferente y enfrentándote a las demandas de una profesión que no siempre respeta “las reglas” a las que tradicionalmente te has ajustado. ¿Cómo se mantiene la estabilidad emocional en un entorno desconocido? ¿Es posible compaginar el desarrollo profesional con una vida personal satisfactoria, ya sea viajando solo o acompañado por tu pareja y familia?
En este artículo exploraré, desde mi propia experiencia, varios de los factores clave que pueden marcar la diferencia en la vida de un entrenador expatriado. Desde el manejo de las horas de trabajo y la importancia de las relaciones sociales, hasta las diferencias entre viajar solo o con seres queridos, compartiré las lecciones aprendidas en más de una década de aventuras internacionales. Al final, encontrar el equilibrio no es solo un ideal, sino una necesidad para disfrutar verdaderamente de esta apasionante profesión.
Las horas de trabajo: fundamental para el equilibrio entre vida laboral y personal
Uno de los factores más determinantes para alcanzar un equilibrio entre la vida personal y profesional como entrenador de fútbol en el extranjero son las horas de trabajo. Puede parecer algo obvio, pero muchos compañeros no lo tienen en cuenta o no miden este aspecto adecuadamente cuando aceptan un puesto de entrenador en el extranjero. De hecho, la carga laboral puede ser un gran obstáculo para compaginar ambos mundos si no se gestiona adecuadamente.
Por ejemplo, en algunos países, los entrenadores pueden encontrarse trabajando seis o incluso siete días a la semana. Entre las sesiones de entrenamiento durante los días laborables y los partidos los fines de semana, el tiempo personal puede ser prácticamente inexistente. En otros casos, el trabajo puede ser más flexible, permitiendo disponer de tiempo para actividades personales o de ocio.
En mi experiencia trabajando en la India, mi jornada laboral promedio no superaba las 4 – 5 horas al día, incluyendo tanto la preparación de los entrenamientos como los desplazamientos. Esto me permitía cumplir con mis responsabilidades laborales y, al mismo tiempo, disponer de horas para disfrutar de actividades personales como salir a cenar, pasear o pasar tiempo con amigos.
Sin embargo, había situaciones excepcionales, como durante los campus o semanas intensivas, donde las jornadas eran completas y ocupaban todo el día. Estas circunstancias eran agotadoras, pero afortunadamente no se prolongaban durante largos periodos.
Por otro lado, tengo compañeros que trabajaron en países como China y experimentaron una carga laboral mucho mayor, llegando a cumplir jornadas de ocho horas diarias, cinco o seis días a la semana, además de tener que cubrir partidos durante los fines de semana. En estos casos, el equilibrio entre la vida laboral y personal se volvía mucho más complicado de alcanzar.
El impacto de esta carga laboral no es solo físico, sino también mental. Trabajar largas jornadas durante varios días sin tiempo suficiente para desconectar puede ser extremadamente agotador. Es esencial que, como entrenadores, busquemos un entorno laboral que permita mantener este equilibrio, tanto por nuestro bienestar como por nuestra efectividad profesional.
La importancia de relacionarte con otros expatriados
Cuando te expatrias y te encuentras trabajando lejos de tu país, especialmente si lo haces solo, una de las claves para equilibrar la vida profesional y personal es relacionarte con otros expatriados. Basándome en mi experiencia, esto puede marcar una gran diferencia en cómo afrontas los desafíos cotidianos y cómo gestionas el impacto emocional de vivir en el extranjero.
En mi caso, conocer y convivir con otros entrenadores españoles fue crucial. Antes de eso, vivía solo, y debo admitir que la experiencia resultó bastante difícil. Poder compartir el día a día con personas que entienden tu idioma y tu cultura aporta un nivel de conexión y comprensión que puede ser difícil de encontrar con personas locales, por más acogedoras que sean.
Relacionarte con compatriotas o expatriados de tu país tiene múltiples ventajas. En primer lugar, te permite comunicarte en tu lengua materna, algo que puede resultar enormemente reconfortante en un entorno donde todo lo demás es nuevo y diferente.
Además, estos compañeros suelen ser capaces de ponerse en tu piel y comprender situaciones personales o complicadas, como el hecho de estar lejos de tu familia o enfrentarte a problemas de salud o estrés mental. Es una empatía que muchas veces resulta más natural entre personas que comparten un trasfondo cultural similar y que también están pasando por el proceso de adaptación en un nuevo país.
Construir estas relaciones te brinda un apoyo que, aunque no sustituya a tu familia biológica, se acaba convirtiendo en una especie de “familia adoptiva” que queda para siempre. Estas conexiones te ayudan a encontrar estabilidad emocional, a compartir experiencias, y a tener alguien en quien confiar en momentos complicados. Además, puedes salir, compartir actividades, y disfrutar del tiempo libre juntos, lo que enriquece la experiencia de vivir en el extranjero.
Esto no significa que no debas interactuar con personas locales, todo lo contrario. Conocer a locales también es fundamental para integrarte en la cultura del nuevo país en el que resides. Sin embargo, ese contacto con tus raíces, que puedes mantener gracias a otros expatriados, es de un incalculable valor para mantener el equilibrio emocional y hacer más llevadera la experiencia de vivir fuera de tu país.
La experiencia personal: de la soledad a encontrar apoyo en el extranjero
Mi experiencia residiendo en Noida y Gurgaon, en la India, refleja lo importante que es tener una red de apoyo cuando te expatrias. Durante ese tiempo, vivía solo en un apartamento, sin compañeros de piso ni otros entrenadores españoles en la empresa. Aunque tenía algunos amigos indios, las grandes distancias de las ciudades indias hacían complicado quedar con ellos con regularidad. Esto provocó que, tras los entrenamientos, volviera a casa y me encontrara habitualmente en soledad.
Mis contactos principales con mi familia y amigos en España se reducían a llamadas telefónicas o mensajes por WhatsApp y Skype. No tener a alguien físicamente presente con quien compartir actividades cotidianas como ir al cine, dar una vuelta o simplemente compartir una charla cara a cara, hizo que ese año fuera especialmente difícil.
Sin embargo, todo cambió cuando me trasladé a Mumbai, concretamente a Thane. Al principio también estuve solo durante unas semanas, pero pronto la empresa contrató a más entrenadores españoles. Primero llegó un compañero, luego otro, y en poco tiempo éramos tres españoles compartiendo el mismo apartamento. Más tarde se sumó un cuarto compañero español, y esa convivencia marcó una gran diferencia en mi vida diaria.
El contar con compañeros que entendían mi idioma, mi cultura, y las dificultades específicas de ser un expatriado en India fue un gran alivio. Teníamos un apoyo mutuo para hablar de nuestros problemas y compartir nuestras experiencias. Además, fuera del trabajo, podíamos disfrutar del tiempo libre juntos: salir a cenar, pasear, ir al cine, o simplemente charlar en casa. Incluso dentro del entorno laboral, nos apoyábamos en los entrenamientos, compartiendo ideas y ayudándonos mutuamente a resolver los desafíos que se presentaban a diario.
Esta experiencia reafirmó la importancia de contar con una «familia adoptiva» en el extranjero. Y vuelvo a repetir, si bien relacionarte con locales es fundamental para integrarte en el entorno y la cultura del país, tener compatriotas con quienes compartir tu día a día aporta un nivel de apoyo emocional y social que puede ser crucial para sobrellevar la experiencia de vivir lejos de tu país. Es una forma de mantener una conexión con tus raíces mientras te adaptas a tu nueva realidad. Y son relaciones personales que se mantienen para siempre.
Trabajar en el extranjero: ¿solo, con pareja o con familia?
Una de las grandes decisiones cuando te trasladas a trabajar como entrenador de fútbol es si hacerlo solo, con tu pareja o con tu familia. Cada opción tiene sus ventajas y desafíos, y afecta directamente al equilibrio entre tu vida personal y profesional.
Mi primera experiencia en India fue solo. Desde el punto de vista práctico, era más sencillo. Solo tenía que preocuparme de mis necesidades: qué comer, dónde comer, cómo organizar mis días y cubrir mis gastos. Sin embargo, como mencioné antes, este tipo de experiencia puede volverse muy solitaria. No tener a nadie con quien compartir el día a día en un país extranjero puede llegar a ser emocionalmente difícil.
Cuando me trasladé a Islas Caimán, vine acompañado de mi pareja. La situación cambió notablemente. Tener a alguien a mi lado significaba contar con un apoyo emocional constante. Si tenía un mal día en el trabajo, sabía que al llegar a casa podía desahogarme y sentirme mejor. Sin embargo, esto también conllevaba mayores responsabilidades. Ya no solo debía preocuparme por mí mismo, sino también por cubrir las necesidades de mi pareja. A nivel material y económico era más complicado, pero mentalmente me sentía más reconfortado y tranquilo.
Mi última experiencia en Islas Caimán fue con mi familia completa, y esto transformó totalmente la dinámica. Vivir en el extranjero con hijos implica un nivel de responsabilidad mucho mayor. Ya no solo se trata de equilibrar tu vida personal con la laboral; ahora debes cumplir tu rol como padre, asegurándote de que tus hijos tengan todo lo que necesitan. Desde llevarlos al colegio o cuidarlos cuando están enfermos, hasta preparar su comida, supervisar sus rutinas diarias, jugar con ellos y fomentar su socialización, todo ello requiere una planificación más estricta.
Además, tener hijos reduce significativamente la flexibilidad que posees cuando viajas por tu cuenta. Si estás solo, puedes permitirte renunciar a un plan o adaptarte a las circunstancias laborales sin afectar a nadie más. Pero con niños y pareja, no puedes privarles de actividades que son esenciales para su bienestar, como jugar con amigos, ir a la playa o disfrutar de tiempo en familia. Esto hace que tus responsabilidades familiares, la mayor parte del tiempo, sean prioritarias sobre las laborales.
Bajo mi propia experiencia, tener a tu familia contigo puede ser más exigente en términos de tiempo y energía, pero también aporta una gran recompensa emocional. Aunque hay que ajustar cuidadosamente la vida profesional y personal, saber que estás con ellos y que puedes compartir tus éxitos y desafíos como expatriado convierte la experiencia en algo mucho más enriquecedor.
Encontrar el equilibrio es la clave
A lo largo de mis años como entrenador de fútbol expatriado, he aprendido que encontrar un equilibrio entre la vida profesional y la personal no es solo importante, sino imprescindible para mantener el bienestar a largo plazo.
Al principio de mi carrera como entrenador de fútbol, recuerdo estar completamente enfocado en el trabajo: entrenar, entrenar y entrenar, como si no hubiera nada más. Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que esta obsesión no es sostenible. Eventualmente, te desgastas y corres el riesgo de dejar de lado aspectos importantes de la vida, como la familia y las relaciones personales.
Desde mi punto de vista, es fundamental que desde el inicio busques ese equilibrio. No se trata de descuidar el trabajo ni mucho menos, pero tampoco de permitir que tu vida personal quede relegada a un segundo plano. Porque, al final, el tiempo que no dediques a las personas que te importan, a tu bienestar y a disfrutar de la vida, es tiempo que no podrás recuperar.
Por otro lado, he podido constatar que el modo en que experimentas la vida como entrenador en el extranjero depende en gran medida de si estás solo, con tu pareja o con tu familia. Viajar solo es mucho más flexible: gestionas solo tus propias necesidades y puedes tomar decisiones más espontáneamente, ya sea sobre dónde comer, cómo viajar o cómo organizar tu jornada. Sin embargo, esta flexibilidad puede ir acompañada de una mayor sensación de soledad.
Para finalizar, ten en cuenta que si decides trasladarte a un nuevo país con tu pareja o familia, tu nivel de planificación debe ser mucho mayor. Es algo que no puedes dejar para mañana. Tus necesidades se irán de golpe a un segundo plano, pasando las suyas a ser prioritarias. Esto condiciona tu libertad, pero a cambio te proporciona un apoyo emocional constante y la satisfacción de compartir momentos importantes con tus seres queridos. Un desafío de grandes proporciones, que te recompensa con creces a nivel emocional.